Radicados en Cúcuta, estos emprendedores venezolanos dan muestra de cómo la migración en Colombia da frutos para la economía fronteriza y fortalece los lazos de hermandad entre ambas naciones.
Paola Apitz tiene 28 años y hace poco más de cinco abrió su propio emprendimiento: Apitz Cejas, un espacio en el cual se decida a cuidar la estética facial de sus clientes. Ella es un ejemplo de los cientos de venezolanos que están marcando huella en suelo colombiano con sus negocios.
El trabajo constante, la tenacidad, la resiliencia y la responsabilidad son el sello de su resultado. A ella como migrante venezolana, nacida en el estado Táchira, le tocó salir de Venezuela dejando atrás sus estudios universitarios.
“La vida de Paola es una muestra de cómo la migración venezolana tiene mirada femenina, pues el 51 por ciento de la población migrante que llegó a Colombia es mujer”.
Su meta era llegar a Chile, pero hizo una escala en Colombia para tomar fuerzas económicas y continuar; sin embargo, la semilla que plantó en la frontera comenzó a crecer y montó la sede física de su emprendimiento.
Tiene seis años radicada en Cúcuta, donde la población venezolana con vocación de permanencia es de 217 mil personas, es decir, el 7,66 por ciento del total radicado en el país, donde la diáspora venezolana alcanza los dos millones 845 mil 706, a corte de febrero de este año de Migración Colombia.
“Somos los mismos divididos por un río”
Paola ya tiene a una parte de su familia radicada en Cúcuta y ha trabajado fuertemente en procesos de capacitación profesional, pero ella reconoce la importancia del apoyo de las comunidades de acogida en su proceso de consolidación económica en el país a donde migró.
“Cuando se dio la oportunidad de venir, adquirí conocimientos y experiencia para crear mi negocio y hasta hoy ha sido un trabajo de crecer poco a poco que me ha permitido tener un reconocimiento y mantener clientes de hace años”, cuenta.
Apitz enfatiza que el aporte hecho por Colombia para su emprendimiento ha sido valioso, y que desea expandir su marca en otras ciudades. Su negocio es fuente de empleo para venezolanos y colombianos.
En el área administrativa, operativa y de servicios se conjugan ambas nacionalidades sin ningún tipo de discriminación, sino todo lo contrario, porque la empatía y el trabajo en equipo es la base que fortalece el negocio.
Para esta talentosa joven la industria de la belleza es bastante competitiva pero destaca la familiaridad de los cucuteños.
“Somos los mismos divididos por un río. Desde que empecé con este negocio he encontrado más similitudes con colombianos que con los mismos venezolanos, tal vez por la cercanía de San Cristóbal con Cúcuta, más que con otra ciudad del interior de Venezuela”, destaca.
“La mano de obra colombiana es muy buena y le ha aportado mucho al crecimiento de nuestro negocio. Siempre estarán las puertas abiertas para los colombianos que quieran una oportunidad laboral pues trabajamos por los mismos objetivos. Al final a nuestros clientes lo que les importa es que se haga un buen trabajo”, concluye Paola Apitz.
Dejar huella en otro país
Jardín de Sabores es un emprendimiento liderado por Abdul Latif Muhamad Hernández y su familia. Abdul es venezolano con raíces colombianas y árabes que llegó a Cúcuta con la idea de vender postres saludables.
El esfuerzo, dedicación, trabajo, pasión y valentía han sabido rendir sus frutos y lo que antes era una idea hoy se ha convertido en una fructífera realidad.
Este emprendedor nacido en Caracas migró con su esposa e hijas y comenzaron con la repostería tradicional, pero no fue bien recibida la idea con la llegada de la pandemia. Sin embargo, no se dejó decaer y se reinventó buscando las formas de producir postres dulces y sabrosos, pero sin azúcar y libres de gluten.
Iniciativas con sello venezolano
El incremento de empresas registradas por venezolanos en Colombia viene en aumento. En el caso de Cúcuta, la Cámara de Comercio de la ciudad levantó un informe que indica que desde el 2016 se da este ascenso de iniciativas con sello venezolano, especialmente en áreas como la gastronomía, belleza y ropa.
Abdul y su esposa Ana Quiroz han participado en diferentes eventos, convocatorias, ferias y bazares que comenzaron a dar resultado y en junio de este año lograron abrir una sede física de su emprendimiento, que se proyecta como una apuesta innovadora en Cúcuta.
“Norte de Santander es una tierra llena de riqueza, de mucha cultura y sobre todo llena de muchas oportunidades y bendiciones para quienes empiezan una nueva vida en estas tierras”, considera este migrante que comienza a cosechar el éxito. Un éxito que vino de la mano de la participación activa y la constancia, que son factores claves para dejar huella en cualquier país donde se migra.
Keyla Vílchez