Un viaje a la Península de San Carlos es como abrir un libro, en cada página se revela un paisaje de ensueño, un encuentro con la historia y una conexión profunda con la naturaleza.
En pleno amanecer, la aventura inicia desde El Malecón, ubicado en la avenida Libertador de Maracaibo. El reloj marca las 7:20 de la mañana y un vehículo tipo van nos espera para trasladarnos a San Rafael de El Moján. Me embarco con emoción, al igual que los otros 10 pasajeros que me acompañaron durante la travesía.
Gaitas y tambores venezolanos resuenan en la radio y le sirven de cortina musical al trayecto. Voy disfrutando el viaje en carretera durante una hora y 30 minutos. Desde mi ventana se aprecian las comunidades que rodean la vía principal y las personas que caminan para iniciar con buen pie su día.
En El Moján nos recibe el personal de la Dirección de Prevención, Seguridad Ciudadana y Órden Público (DPSCOP). Ellos se encargan de embarcarnos en una lancha y colocarnos chalecos salvavidas antes del zarpe.
Navegamos durante 40 minutos por el Lago de Maracaibo, en tanto el viento acaricia nuestros rostros y las olas mecen suavemente la embarcación. Armando Colmenarez es el guía turístico. A gritos intenta proyectar la voz para explicar las maravillas que van apareciendo a lo largo de la travesía: la Isla de Toas, el pueblo de agua Maraca y los abundantes manglares.
Nos vamos acercando a la península de San Carlos, erróneamente conocida como isla, y vemos a los pescadores desempacando sus redes y cañas tras su jornada de pesca diaria. Las personas extienden sus manos y nos saludan a lo lejos, demostrando la calidez con la que reciben al turista.

San Carlos: Paraíso de agua y roca
El desembarco se realiza en el pequeño muelle. Desde allí hasta la playa son 10 minutos caminando, aunque los guías te ofrecen el traslado en trimoto para la comodidad del visitante.
Al llegar a la orilla del mar, a lo lejos se observa el mayor atractivo de la isla: el Castillo de San Carlos de la Barra. Me dirijo a la imponente construcción y un equipo de trabajadores espera, preparados para adentrarte en los misterios que guarda esta joya colonial.
“El castillo era completamente de madera en 1623. El pirata Henry Morgan lo destruyó e incendió cuando entró a saquear a Maracaibo y el Rey Carlos II lo mandó a reconstruir de piedra caliza, como es hoy en día”, detalla una de las guías de la fortificación, quien se encargó de darnos un tour por todo el lugar.
El castillo de San Carlos posee una forma de estrella para que fuera más fácil desviar las balas de cañón que lanzaban los piratas para derribar su estructura. Además, posee un núcleo central, cuatro garitas en lo más alto, calabozos y varios cañones originales de aquella época.

Entre las peculiaridades del castillo lo que más le sorprende al turista es la base donde reposaba uno de los cañones más grandes de la fortaleza.
Lo interesante es que para soportar las vibraciones que producía el disparo de la artillería, los esclavos construyeron una habitación hueca debajo del cañón. A través de una cabilla de acero, las vibraciones viajaban y retumbaban en ese cuarto para impedir que el impacto del sonido rompiera las paredes del castillo.
Hoy en día, si te paras allí y hablas, tu voz se convierte automáticamente en eco sin importar que estés en el exterior.
Otra de las curiosidades fue la historia detrás de cada calabozo en el castillo, ya que el cuartel pasó a ser una cárcel durante el gobierno de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, donde los reclusos llevaban pesados grilletes y eran sometidos a torturas hasta que fallecían. Entre ellas, inmovilizar al reo y dejarle caer una gota de agua salada constantemente en la cabeza, hasta que su cráneo se perforara.
Finalizando el recorrido, otra historia nos atrapa mientras entramos en los oscuros calabozos y pasillos. Sus muros de piedra guardan entre sus grietas leyendas que se entrelazan con la realidad.

Se dice que los soldados de aquella época escuchaban una voz que decía “te relevas o te relevo” y al ver que no había nadie, locos del terror se lanzaban al vacío. La esposa de un capitán que prestaba servicio en la fortificación, al ver a su esposo muerto también se arrojó al pedregoso acantilado.
Por décadas, los sancarleños aseguran que en las noches aparece la mujer vestida de blanco, baja por el terraplén y llega hasta las orillas. Luego desaparece…”.
Antes de despedirme de San Carlos disfruto el caluroso sol de la tarde y un chapuzón de agua salada mientras el sonido del oleaje deleita a mis oídos con ganas de no querer irme. Con nostalgia me embarco nuevamente en la lancha y me llevo en el corazón la promesa de volver a este paraíso zuliano.

Cómo llegar a San Carlos
Desde Maracaibo existen dos métodos para trasladarse a la península de San Carlos. En ferry saliendo del malecón o por carretera hasta El Moján y después en lancha.
Si tu preferencia es subirte a la aventura de viajar en un ferry, los usuarios deben dirigirse al Terminal Lacustre de Maracaibo, anotarse en una lista y recibir las indicaciones y fecha del viaje. El traslado tiene un precio de 10 dólares por pasajero, más tres dólares de impuestos municipales.
Otra opción es viajar por carretera hasta San Rafael de El Moján en viajes privados por un aproximado de entre 15 y 20 dólares por persona. Esto incluye ida y vuelta a Maracaibo.

Delicias del mar
La comida y lo refrescante de las bebidas heladas se unen en tu paladar una vez que decides pedir uno de los platillos que ofrecen los distintos restaurantes que se ubican a orillas de la playa.
El menú incluye varios tipos de pescado, entre ellos lebranche, corvina, carite, huevas, filet y croquetas que también pueden ser de pollo. Además, de unos camarones rebosados o al ajillo con contornos de tu preferencia en los que puedes elegir tostones, ensalada y arroz.
Cada uno de los platos tiene un precio de entre los cinco y ocho dólares. También te ofrecen el alquiler de toldos con sillas y mesas, cavas, hielo, gaseosas y licores.

Cañón Schneider
A pocos metros de la entrada al castillo se encuentra el cañón Schneider, utilizado por el gobierno de Castro para defender las costas zulianas. Esta artillería fue donada por Alemania debido a los daños ocasionados a Venezuela durante el bloqueo naval entre 1902 y 1903.
Para los amantes de la historia colonial, el castillo ofrece un recorrido turístico por un precio de un dólar por persona. Allí, un guía te llevará a cada rincón de la fortaleza mientras te cuenta su origen, curiosidades e incluso leyendas que datan desde su construcción.
Al finalizar el tour, puedes entrar sin costo adicional al Museo San Carlos de la Barra. Allí se exponen reliquias originales de gobernantes, piratas y marineros que llegaban al castillo en épocas antiguas.