Una parte muy íntima de María Peinado aún corre por las playas de Paraguaipoa. El cabello largo y negro agitado por el viento, los pies descalzos y la risa pícara incontenible van retando el afán de sus padres que desde la enramada le gritan que se detenga.
No es una estampa poética, es una escena hermosa pero real que se reproduce a diario en La Guajira venezolana cada vez que una niña wayuu teje un sueño.
“Un líder se construye en la pérdida no en la ganancia, porque en la victoria todos disfrutamos, pero cuando pierdes ¿qué es lo que haces?”
Así, una y otra vez, cuando una “María” juega a curar una muñeca, a danzar una melodía o a caminar saludando con la mano derecha mientras que la izquierda sostiene orgullosa una corona imaginaria, una luz se enciende en el horizonte.
Todo es parte de la cosmovisión indígena, donde las mujeres wayuu pasan por ese proceso metafórico y creador que las lleva de ser orugas a convertirse en mariposas, vestidas con coloridas alas que se agitan con el viento de La Guajira.
Belleza con mucho propósito
Muchos creen que la hermosura abre todas las puertas, pero María Peinado conoce la realidad de poseer una belleza poco convencional y aún así salir adelante en un mundo en que los estereotipos marcan la pauta.
Lo dejó claro cuando se montó en un avión y voló a Francia para participar como expositora y modelo en la celebración de la Semana de América Latina y el Caribe 2024 de la Unesco, a principios de junio.
Luego, también en el marco del festejo, caminó impetuosa frente a la torre Eiffel en París, ataviada con una bellísima manta guajira que ondeó como una bandera de triunfo.
Días después la eligieron Miss Zulia, título que formalizó de una vez por todas el nombre que la acompaña desde hace un quinquenio, cuando asumió ser la representación terrenal de una legendaria princesa wayuu.
Estilismo: Norlys Mendoza
Vestuario: J&S BABY
Accesorios: Bruchi By Jan Brunela León
“Sé que no soy la miss tradicional”
María Peinado nació en Maracaibo, estado Zulia, en Venezuela. “Mi mamá es de Paraguaipoa y mi papá oriental, de esa unión de una wayuu y un alijuna salí yo”, comenta con una sonrisa breve y una luz de nostalgia en los ojos.
“Me crié en Paraguaipoa, corriendo feliz por las calles del pueblo. La playa era el patio trasero de la casa y yo no le tenía miedo al agua, era un pececito para nadar”, recuerda y deja escapar un casi imperceptible suspiro.
Ahora, correctamente sentada, vestida y maquillada emana ese “no sé qué” que distingue a las reinas de belleza venezolanas.
“Mentiría si digo que no ha sido un sueño, porque ser miss es parte de la cultura venezolana. Siempre lo vi como algo muy lejano pero cuando noté mis cualidades físicas me fui preparando y propiciando espacios”.
Uno de esos espacios que le abrió las puertas a María fue el Reinado de la Feria Internacional de La Chinita en 2018, donde se hizo con la corona de Turismo. Antes, ya había participado en muchos casting, pero no resultó favorecida.
“Sé que no soy la miss tradicional. Zuliana voluptuosa, no soy esbelta, alta ni blanquita, pero eso no me desmotivó y lo seguí intentando”, aseguró sin saber que días después recibiría su banda como la representante del Zulia en el Miss Venezuela.
Corona: George Wittels
Vestuario: enzo y Eduardo KOI
Accesorios: Bruchi
Estilismo: Norlys Mendoza
Una princesa con estirpe de reina
En el año 2019, María quiso apoyar a su coterráneo, el escritor y poeta Reinaldo De Fernández, y encarnó la imagen de Una princesa llamada Zulia, un poemario basado en la vida y obra de la valiente guerrera y líder indígena.
“Ella para mí significa muchas cosas y es como un trance. Siento que la misma Zulia, desde Jepirra, me dio el honor de ponerme en sus zapatos y en su traje que todavía me queda muy grande”.
María describe cómo esa mujer le cedió el conocimiento y la oportunidad de usar su nombre para continuar con su legado, pero de una manera distinta. “La evolución femenina está atravesando cambios importantes y los concursos de belleza tienen un impacto en la sociedad, pero mi labor es educativa”.
Parte del sentido de vida de María, según apunta con determinación, es enaltecer y honrar sus orígenes y los de la tierra donde nació. “Dios me permitió venir al mundo como indígena para cumplir una misión muy importante”.
Esta zuliana agradece profundamente poder ver todos los días el mundo desde la cosmovisión indígena wayuu. “Tengo el privilegio y la sensibilidad de conectar con la naturaleza, con mis ancestros y eso me permite llegar por otros caminos a mis metas trazadas”.
Hoy, María está en un punto crucial de su vida, dando pasos gigantes hacia la meta que soñó hace años frente a las playas de Paraguaipoa. Pisa con la certeza de que va acompañada de la fuerza de sus ancestros, del orgullo de su raza y de la rebeldía de la aguerrida Zulia.
Si la irreverencia de su estampa logra conquistar las pasarelas del certamen Miss Venezuela 2024, la princesa guajira obtendrá al fin su anhelada corona de reina. De seguro, en la primera fila estará la pequeña María aplaudiendo y riendo… y detrás de ella todas las niñas wayuu que alguna vez tejieron un sueño.
Escribiendo Sonrisa
Desde hace cinco años María Peinado lidera un proyecto social que nació gracias al libro Una princesa llamada Zulia: la fundación Escribiendo Sonrisas.
El 2019, luego del lanzamiento del poemario, María y Reinaldo De Fernández organizaron una campaña de recaudación de libros y los llevaron a la escuela La Peña, en Sinamaica.
“Cuando vimos el estado en el que estaba la escuela dijimos: ‘vamos a hacer algo más’ y buscamos pinturas, bombillos y así, poco a poco la fuimos transformando”.
El enfoque principal de Escribiendo Sonrisas es el desarrollo de la educación y la identidad cultural de los wayuu. Ayudar a que la vergüenza étnica no prevalezca y que los indígenas conozcan el orgullo de llevar a cabo sus sueños.
“Hoy en día La Peña es mi escuela piloto y hemos atendido alrededor de unos ocho mil niños, porque ya sumamos cinco colegios más”.