viernes, abril 25, 2025

Tertulia en Bogotá con Carlos Hernández Coll

EL “CHEZ” CREADOR DE LA WARISYORLAVA SE MIDE EN FOGONES INTERNACIONALES Y ESTÁ MÁS LOCO QUE NUNCA POR LA COCINA

Quién lo ve. Impecable, mostacho de puntas torneadas, cabello cano abundante perfectamente peinado, zapatos pulidos, traje y corbata. Carlos Hernández Coll camina con paso firme por los pasillos del hotel Marriot de Bogotá donde es el gerente de Alimentos y Bebidas, un puesto que se ganó a pulso como buen maracaibero.

Así llegó a nuestro encuentro en el monumental cinco estrellas que hoy es su hogar. Un saludo, un abrazo, una sonrisa enorme y un “cómo está la cosa por allá”. Allá es Maracaibo, la tierra de donde salió en el año 2019 con su espíritu fatalista en carne viva y una maleta llena de angustias y temores.

Era uno de los momentos más importantes de su carrera para muchos. Sin embargo, para Carlos ese viaje fue un salto al vacío y un comenzar a subir de nuevo “la montaña mojada”, frase con la que describe esos instantes en que la vida le exige volver a reinventarse.

Seis años después la investidura que posee no permea su honesta sencillez de cocinero, viviendo en un mundo que no imaginó pero que lo llena de regocijo, como a los niños. Carlos es un rockstar en la extensión de la frase y sus casi 30 años de experiencia culinaria lo avalan.

Carlos Hernández

Carlos Hernández en Bogotá

– ¿Cómo ha sido tu trabajo en Colombia?

“Salí del InterContinental de Maracaibo a ser el gerente de Alimentos y Bebidas de un Holiday Inn en Cartagena. Me conseguí con una cultura completamente diferente y durante los primeros ocho meses me dediqué a conocer la ciudad y los mercados populares. Allí fue donde aprendí a ‘leer y escribir’ sobre hotelería. Nada parecido a lo que hice en mi ciudad.

Pasé la pandemia con el hotel cerrado… Aprendí resiliencia y tuve que reinventarme una vez más en 2020 para sacar adelante ese Holiday Inn, pero en 2021 quedó como hotel número uno en todo Centroamérica y El Caribe.

Casi tres años después de llegar a Cartagena tuve la idea de irme a Barranquilla. Le dije a mi esposa: ‘gorda, allá es ciudad, voy a cocinar otra vez y ahí veremos’, pero cuando estaba haciendo la maleta me jalaron del Marriott Bogotá”.

– ¿Qué es lo más retador de cocinar en Bogotá?

“Este hotel es un monstruo corporativo, de negocios, de clase top, top. Son cuatro restaurantes, banquetes, room service y un salón ejecutivo… En este ambiente cosmopolita ha sido y sigue siendo un reto hacerle a un gringo una arepa.

Cuando llegué al Marriott Bogotá me conseguí con cocineros venezolanos arrechísimos y me decían ‘cuidao que llegó el maracucho’, pero me ha ayudado que de vez en cuando me meto a cocinar con ellos y después, cuando me ven, me dicen ‘chez, ahí viene el chez’.

Corporativamente no estoy en mi zona de confort, gastronómicamente podemos hacer mucho más. Sigo aprendiendo de estructura, de finanzas, porque mi departamento es el que más pesa en cualquier hotel del mundo”.

– ¿Dónde quedaron las mandocas y la Warisyorlava?

“Las mandocas y la Warisyorlava entran por todo el hotel una vez por semana. En los desayunos, cuando hay reunión de comité de gerentes y en el salón del piso ejecutivo, ahí pongo asado negro, mandocas, cachapas, tumbarranchos y otras comidas venezolanas.

Este hotel tiene una gran reputación gastronómica, no porque yo esté aquí (risas), sino por años de tradición”.

– ¿Cómo y dónde te ves en unos años?

“Ahorita estoy en un punto irreal. Mis ciclos son de tres años pero esta vez la nave nodriza se adelantó, ya me llamaron de otra parte pero lo paramos. Quiero aprender más aquí y en verdad me pone nervioso otro cambio, porque sufro del síndrome del impostor.

He tenido muchas veces ese flashback. Cuando entré al Inter pensé ‘lo peor que puede pasar es que me boten pal coño’, cuando llegué a Bogotá pasé mes y medio con náuseas y no dormía, porque comprendí el reto… La verdad es que siempre estoy pendiente de que me despidan. 

Lo bueno es que mi idiosincrasia maracucha me ayuda, soy salío y lo que me manden a hacer lo hago… Cuando llego a un lugar les digo ‘ustedes no me van a entender porque hablamos diferente, yo no soy de este planeta, pero cuando venga la nave nodriza lo comprenderán’”


Éxitos a fuego lento

Carlos Hernández Coll nació en Maracaibo, estado Zulia, Venezuela. Es licenciado en Ciencias Políticas y viene del seno de una familia de arquitectos y diseñadores gráficos convertidos en cocineros y prestadores de servicio.

Su padre fue Ramiro Hernández Urdaneta, creador del concepto Granja Alegría Club, un lugar ideal para eventos privados.

Se profesionalizó en el Instituto Culinario de Caracas, junto a Sumito Estévez y Héctor Romero. En Maracaibo pasó por los fogones de restaurantes como Gabana, Arándano, Comodoro, Stratos y otros.

En la hotelería local trabajó en el Kristoff, el InterContinental y Crowne Plaza Maruma. En 2018 obtuvo el mayor reconocimiento de la Academia Venezolana de Gastronomía: el Tenedor de Oro.


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