“Mi opción siempre fue vivir del entretenimiento y lo haré hasta los 100 años si Dios me lo permite”. Ovacionado por la gente, el popular Nando está bien parado en uno de los peldaños de su vida, desde allí mira a quienes lo aplauden y siente la plenitud del trabajo bien hecho.
Aunque ha tenido la posibilidad de viajar y presentar su show por el mundo, este logro: su primer largometraje El Vendedor, lo trajo a Venezuela convencido de que tiene mucho que agradecerle a sus raíces y al Hernando González que ha nadado tanto contra la corriente para lograr sus metas.
“A veces estoy quieto pero mi mente no deja de moverse”, comenta para referirse a ese proceso de constante creación que lo apalancó desde niño. “Siempre quise ser alguien, ser líder”, puntualiza y asegura que el deporte ha sido un factor de crecimiento constante en su vida.
Nacido hace 45 años en el Hospital Clínico de Maracaibo, Hernando González pasó los primeros cinco años de vida en San Francisco. “Luego me mudé a La Coromoto donde viví casi toda mi vida y mi infancia fue hermosísima”.
“Desde niño he sido amigable, juguetón, conversador y amiguero… de la gente, por eso mi apodo quedó perfecto”.
Con nostalgia recuerda que frente a su casa construyeron un campo deportivo que sentía como suyo. “Yo cruzaba la calle y era el niño que siempre estaba en la cancha, era el cuidador. Ahí aprendí a jugar básquet, fútbol, voleibol, futbolito y pelotica e’ goma”.
Nando pasó horas practicando deporte. “Estaba entregado. No tomaba licor, salía de madrugada a trotar y vivía metido en ‘El Poli’, porque pertenecía a la selección de fútbol sala del Zulia y luego a la selección de La Universidad Zulia”.
Con seriedad admite que la actividad deportiva forjó su personalidad con disciplina y competitividad. “Tengo un carácter de alto rendimiento y no es muy diferente el Nando deportista al Nando artista”.
Pero una vez que comprendió que, por diversas razones, no podría vivir del deporte se dejó llevar por otra de sus pasiones natas: la comedia.
Nando de la Gente
A la comedia no llegó en paracaídas. Su profesión de Comunicador Social lo llevó por el mundo de la locución y la actuación, eso sumado a sus aptitudes histriónicas y su carácter ingenioso edificaron a Nando de la Gente.
En 2009 salió al aire lo que reconoce como el proyecto radial más importante de su carrera: El Show de los Guapos, programa que se podía escuchar todas las tardes por Metrópolis 103.9 FM y que realizó junto a Leo Colina.
El teatro lo sedujo en 2014 y presentó varias obras en las que participó como escritor y actor: La teoría no es igual que la práctica, Bambalino y Bambalina y el Stand Up comedy Amor con temblor, que le abrió las puertas del mercado en Estados Unidos.
“Me han criticado, subestimado y todas esas cosas que lastiman el ego de una persona. Un gran locutor zuliano me dijo una vez que yo no servía para la radio, que me dedicara a otra cosa, pero todo eso me motivó a seguir adelante”, recuerda.
La mejor anécdota
“Cuando comencé a hacer radio solo, una vez llegué a un negocio de cambios de aceite para vehículo con mi carpetica debajo del brazo y le ofrecí al dueño la propuesta para que anunciara en mi programa.
Él me dijo ‘no tengo radio’ y yo le pregunté: ‘¿si te traigo un radio lo escucháis y veis mi propuesta?’, el hombre se quedó mirándome y me dijo que sí.
Entonces regresé a mi casa, tomé un minicomponente que me había regalado mi papá y se lo llevé, lo instalé y lo dejé en la emisora. Por la tarde, en el programa le envié un saludo, al otro día fui, me contrató y fue mi cliente por 15 años. El radio nunca se fue de ahí”.
La Codorniz me salvó
En 2016 Nando salió de Maracaibo decidido a vivir en Miami y replantear su carrera. “La Codorniz es esa estrella que me envió Dios para darle un giro a mi vida. Ella llegó en la angustia de mudarme a otro país, comenzar de cero y preguntarme todo el tiempo ‘¿qué hago, qué hago?’”
El comediante recuerda que en esa época estaba solo en Miami y con un hijo recién nacido. “Me sentaba a ver los videos de Instagram y la moda de parodiar mujeres usando una franela en la cabeza”.
Con la plena seguridad de que con su experiencia y dotes podría hacer muy buen trabajo en la red social, un día se decidió a crear a su personaje: La Codorniz. “No me equivoqué, ella marcó un antes y después en mi vida, a ella le debo ser Nando de La Gente, le debo la película y conocer el mundo”.
Después llegó el primo Balmiro para completar esa vecindad. “Es de esos típicos personajes que calan y me inspiré en la cantidad de peluqueros y estilistas de Maracaibo, todos genuinos, espontáneos y divinos”.
El Vendedor
A finales de abril de 2024 Nando regresó a casa. Llegó “jochao” (orgulloso) y con las manos llenas de logros, el más importante: su primer largometraje El Vendedor, que estrenó en el Teatro Baralt de Maracaibo con tres funciones a casa llena.
No es casual que este primer filme de Hernando González retrate la historia de un inmigrante que saca adelante a sus dos hijos. “Arturo es inmigrante pero exitoso y a veces no solamente tener éxito es el dinero, sino también tiene que ver con la alegría, con la felicidad, con tu paz y tu tranquilidad mental”.
Ya para octubre de 2024 Nando había paseado su película por cines de Estados Unidos, Argentina y Colombia, aunque su meta es que una empresa de streaming compre los derechos de su ópera prima.
“Tengo mucho que agradecerle al ‘Nando niño’ por pararse temprano, ir al colegio, hacer deporte y hacer amigos… Lo hizo bien”.
¿Después? Seguir adelante. “Me llena de satisfacción que cuando digo ‘voy a hacer un proyecto’ ahí está la gente apoyándome, por eso me preocupo tanto por brindarles un espectáculo de altura”.
Nando expresa con seguridad que su meta es dedicarse a la cinematografía. “Quiero entregarme al cine, ser escritor, director y actor con un catálogo de 15 o 20 películas”.
Por ahora sueña mientras saborea su reciente éxito y se declara enamorado de la vida, de su familia y amigos. “Yo sé lo que es tener y no tener, puedo estar igual de feliz con un cafecito viendo un atardecer en La Vereda del Lago o dando un show en Dubai, ya lo he hecho”.
