El término empoderamiento femenino, a menudo mal interpretado, puede desviarse de su verdadera esencia. El concepto surgió en 1995 para otorgar poder y autoridad a las mujeres, permitiéndoles enfrentar las desventajas históricas y acceder a la independencia financiera, la igualdad de oportunidades y la participación en la sociedad.
Sin embargo, en las últimas décadas este concepto experimentó una evolución problemática, convirtiéndose en un instrumento que, en lugar de fomentar la equidad de género, se transformó en un argumento de rivalidad entre las mujeres y los hombres.
Claro que es esencial comprender y honrar la historia de opresión de la mujer a lo largo de los siglos, desde épocas en que se le negaba el derecho de hablar o de estudiar, hasta la lucha incansable por la igualdad de posibilidades.
Pero esta historia de desigualdades generó una profunda sensación de indignación, insatisfacción y rabia en muchas mujeres, llevándolas a adoptar posturas masculinizadas como una forma de defensa y como una armadura protectora que no siempre les brinda la paz interior que tanto anhelan.
En mi viaje de sanación llegué a entender que nuestro rol trasciende más allá de la procreación y el mantenimiento del hogar. Somos catalizadoras de cambio y autoras de nuestras propias historias, con un auténtico papel en la sociedad.
¿Cómo equilibrar la energía femenina?
Me resulta muy difícil esta afirmación, pero la mujer no sabe cómo gestionar sus emociones, ya que en su interior se siente muy poco merecedora.
Este sentir está arraigado en el colectivo femenino y, como resultado, hemos olvidado que las verdaderas cualidades que nos hacen fuertes se exaltan al reconocer y valorar nuestra verdadera luz natural que consiste en ser amorosas, sutiles, intuitivas, magnéticas, unificadoras y cooperadoras.

Desde esta energía brota nuestro verdadero poder. Sin embargo, nos han hecho creer que ser dulces, amorosas y sutiles es igual a ser débiles y blandengues. En cambio, valoramos más la fuerza y la acción constante, dos características que se asocia con la energía masculina.
Es triste ver que pocas mujeres se permiten ser ellas mismas, ser auténticas. Esta falta de conexión con nuestra esencia femenina está teniendo consecuencias graves: nuestros hijos se sienten perdidos, la gente parece haberse alejado del amor y cada día vemos más enfermedades en la sociedad.
Del empoderamiento a la evolución
La mujer actual se exige altamente a nivel físico, profesional, social, le tiene miedo al compromiso y a procrear hijos. Del mismo modo podemos ver un nivel significativo de intolerancia en las relaciones, así como el aumento significativo de los divorcios.
Hoy en día vemos a la mujer realizada en muchas áreas, pero sola, cansada, frustrada y enferma, ya que mientras estemos compitiendo con los hombres, queriendo hacer lo que ellos hacen, no solo negamos nuestra energía femenina, sino que rechazamos nuestra esencia y actuamos desde la herida del masculino.
Es hora de darse cuenta de que necesitamos reconocer que ambas energías las llevamos todos los seres humanos. El propósito es que las equilibremos para mantener el balance de la existencia como seres sociales que somos. Mujer, tu trabajo no es ser igual que los hombres, es hacer lo que ellos no pueden hacer sin abandonar tu esencia.
Consígueme en todas mis redes sociales como @yosoyshirly
Shirly Mujica Saucedo: Psicóloga y Sexóloga holística